Entre 1919 y 1926 la familia se traslada en varias ocasiones: Nueva York, París, Nueva York de nuevo, e Italia son los lugares en los que viven antes de instalarse en Francia, primero en Villa Franche sur Mer y posteriormente en París.
A su llegada a la capital francesa, se instalan primero en casa de Jean Helión, que inicia al joven Augusto en la escultura africana antigua. Los amigos de la familia serán Van Doesburg, Delanuay, Calder, Arp, Mondrian, Severini…con los que Augusto compartirá tertulias.
En 1928 es contratado por el Musée du Trocadero (actualmente Musée de l’Homme) para ilustrar e inventariar la colección de vasijas incas y nazca, despertando su interés en la historia, el arte, la metafísica y las costumbres de los indios americanos.
En 1930 ayuda a Julio González con una réplica del “Hommage to Apollinaire” de Picasso, lo que le permite conocer al maestro español que visita a menudo el estudio. Ese año también será el de su primera exposición, una colectiva en la 23 galerie junto a sus hermanas Ifigenia y Olimpia.
Amadée Ozenfant será su profesor de dibujo, y estudiará un año con él hasta que su familia se traslada de nuevo, ésta vez a Madrid. Allí visita el Museo del Prado y la obra de El Greco y Velázquez le marcarán profundamente.
Tras participar en una exposición en el Salon des Surindependents en Paris, su padre decide volver a su Montevideo natal. Este será un punto de inflexión para Augusto, ya que al llegar, su padre funda la Asociación de Arte Constructivo de la que él será miembro. La estética que preconiza es clara: racionalidad y estructura. Allí será conocido como “el catalán” y en 1940 presentará su primera exposición en Montevideo junto a Alceu Ribeiro.
Su interés en el arte precolombino le lleva a viajar con su hermano Horacio y su amigo Ribeiro a Colombia y Perú para poder conocer los lugares en los que esa cultura todavía podía ser estudiada.
En 1942 su padre abre el Taller Torres-García, donde enseñará constructivismo a una generación de jóvenes pintores, como el propio Augusto, Julio Alpuy, Gonzalo Fonseca, José Gurvich, Francisco Matto o Alceu Ribeiro, entre muchos otros. Augusto participará en las exposiciones del taller y en la realización de los famosos murales del hospital de Saint-Bois de Montevideo.
Tras la muerte de su padre en 1949, se hace cargo del Taller. Contraerá matrimonio con su compañera de estudios Elsa Andrada y durante la década de los 50 colaborará con el arquitecto Antonio Bonet y visitará Europa con frecuencia exponiendo allí en diversas ocasiones.
En 1960 es becado por la New School de Nueva York, lo que le permite organizar una exposición del Taller y presentar su primera individual allí.
El Taller Torres-García cerrará en 1965 y tras años viajando por Europa y América Latina, se instala en Barcelona y hasta su muerte vivirá entre la capital catalana y Montevideo.
En los años 80 participará en diversas exposiciones institucionales como las celebradas en el the Santa Barbara Museum of Arts de California, la America’s Society y The Bronx Museum en Nueva York, la Tretiakov Gallery in Moscú o el Instituto Italo-Americano de Roma, entre muchas otras. En Barcelona, la Fundació Miró presenta en 1988 la monografía “Augusto Torres” escrita por Guido Castillo, filósofo y antiguo miembro del Taller.
Augusto Torres fallece en Barcelona en marzo de 1992.