Con el estallido de la 1ª Guerra Mundial en 1914, los Viñes abandonan París, instalándose en diversos puntos de Francia, hasta finalmente irse a Madrid, donde permanecen hasta el final de la contienda. Allí frecuenta el museo del Prado y la Academia de San Fernando.
En 1919 regresa a París, su tío Ricard le introduce en los círculos culturales y, aconsejado por Picasso, inicia su formación artística en centros académicos como la Academia de Arte Sacro de Maurice Denis y Georges Desvalières, o la de la Grande Chaumière, así como en los estudios de André Lhote y Gino Severini.
En 1923 Hernando Viñes participa en la realización de los decorados de la obra de Manuel de Falla, “El retablo de Maese Pedro” junto a Manuel Ángeles Ortiz y Hermenegildo Lanz. La obra se estrena en París, en los salones de la princesa de Polignac.
En esos años traba amistad con Francisco Bores, Ismael de la Serna, Pancho Cossío, Joaquín Peinado o Luis Buñuel, así como con los críticos Tériade y Christian Zervos, todos asiduos a las tertulias de cafés y restaurantes de Montparnasse.
Al final de la década de los 20, atraído por el cubismo y el futurismo, busca la idea de movimiento y dinamismo que tanto exaltaba su amigo Severini. A principios de los 30 se acerca a la figuración lírica. Busca la luz y el color y su obra es intimista, con colores cálidos. Aparece la ventana abierta al exterior, elemento característico en su trabajo.
En 1931 se casa con Lulú Jourdain, que será una de sus principales fuentes de inspiración. Poco a poco su obra entronca con la pintura impresionista y fauve siguiendo la huella de Bonnard, Vuillard y Matisse.
La guerra civil española provoca un giro en la vida de Hernando Viñes, que desde París se vuelca en la defensa de la República junto a Paul Eluard, Aragon o Neruda. Participa en actividades antifranquistas y es uno de los artífices del Pabellón de la Exposición de París en 1937.
Durante la II Guerra Mundial nace su hija Nina y aparece en su obra el tema de la maternidad. En 1940 París es una ciudad tomada por el ejército alemán y él colaborará con la Resistencia. Las dificultades económicas le obligan durante años a ganarse la vida dando clases de guitarra flamenca.
La posguerra fue dura: su obra no encajaba en la nueva corriente, próxima a la abstracción lírica. Su pintura seguía siendo figurativa, más fuerte, más potente en color y factura, más esquemática, próxima a las directrices cubistas. Hasta la década de los 50 no vuelve a exponer de forma habitual.
En 1965, a pesar de su oposición al régimen, Hernando Viñes regresa a España y presenta su primera individual en el país, organizada por el Ministerio de Educación y la Dirección General de Bellas Artes. Se une a la galería Theo y expone regularmente en sus sedes de Barcelona, Madrid y Valencia.
A mediados de los 60 y durante la década de los 70 sus temas se centran en el paisaje, tanto de España como de Francia: Madrid, País Vasco, la Provenza, la Bretaña... Busca intensamente el sol al que atrapa con su potente paleta de naranjas, amarillos o violetas.
En 1979 se inicia su relación con nuestra galería con una exposición centrada en obras de 1928 a 1945. Participará en todas las colectivas dedicadas a la Escuela de París que periódicamente organizamos.
A partir de 1980 las exposiciones a nivel institucional se suceden: Casa de España en París, Museo Bellas Artes de Santander o Museo Bonnat de Bayona. Seguirá centrado en el paisaje con vistas de la costa de la Bretaña, desde Roscoff a Port Blanc, estudiando los cambios que experimenta la luz a lo largo del día. En 1988 su delicada salud le impide seguir pintando.
Hernando Viñes fallece en 1993 en París a los 88 años. Sus restos descansan en el cementerio de Montparnasse.